VANGUARDIA
CULTURA
18/02/98



La sublimación de la experiencia

CREO QUE BASTANTES lectores escépticos de este país descubrimos con asombro al "auténtico" Ernst Jünger a partir de 1988, cuando Tusquets inició la publicación de los dos volúmenes de "Radicaciones. Diarios de la Segunda Guerra Mundial", a los que siguió un tercero, "Pasados los setenta (1965- 1970)", sencillamente magníficos. Los tres, junto a otros dos aparecidos ya en Alemania, constituyen la "memoria de la modernidad" de Jünger, su autorretrato intelectual, y son piezas clave para comprender al complejo personaje y, también, la evolución de Europa.
Si en este instante de la muerte de Jünger se me preguntara qué "debería" leerse del anciano que en su retiro de Wilflingen nos ha maravillado con su impresionante saber y su curiosidad universal por la filosofía, el arte, la arquitectura, la botánica, la entomología o la doctrina de Confucio, buscando en cada observación un contenido moral, respondería sin vacilar que se pasara por alto su obra estrictamente literaria, que no está a la altura de Mann, Musil, Hermann Broch o Hesse, grandes contemporáneos suyos, y ni siquiera se reparara en ensayos deslumbrantes de la talla de "Sobre el dolor", "La paz" o "La movilización total". Bastaría detenerse en un pequeño volumen que leí en versión francesa, "Le mur du temps", el más interesante análisis sobre el concepto tiempo que conozco, y en sus memorias ya citadas.
En un breve encuentro con él, en 1995, ya centenario, me contó que la serie "Radiaciones" era consecuencia de haber conseguido superar los efectos del horror y haberse impuesto el reto de alcanzar la "sublimación de la experiencia". Es difícil no estar de acuerdo. En un hombre que aprendió a pensar con Nietzsche y a escribir con Goethe, que filtró a Schopenhauer en san Agustín y nunca renunció al ideal renacentista de considerar a la criatura humana, al individuo, centro del mundo con ambición de proyectarse hacia un estadio superior, su testimonio destilado de la vida en los últimos cincuenta años posee un valor subyugante porque, al mismo tiempo, revela la crisis y anuncia la extinción de un cierto modelo de humanismo.
Este es para mí el Jünger superviviente, insustituible, que se alza por encima de la polémica ideológica, de los tiempos de villanías, al fin solo empeñado en acercarse a toda costa a la verdad de sí mismo escudriñando la faz rugosa de este maldecido siglo de las catástrofes. ROBERT SALADRIGAS

Más información



Volver a titulares de la sección

[PORTADA] [INTERNACIONAL] [SOCIEDAD] [CULTURA] [POLÍTICA] [VIVIR EN...] [ESPECTÁCULOS][OPINIÓN] [DEPORTES][ECONOMÍA] [ECONOMÍA_Y_NEGOCIOS] [REVISTA] [REVISTA_DEL_DOMINGO] [LA CONTRA] [CULTURA-IDEAS] [EL_BURLADERO] [LIBROS_Y_ARTE]

[DIARIO] [DIGITAL] [CIENCIA_Y_SALUD] [WWWANG] [MAILNEWS] [EL_NAVEGADOR] [ESCAPARATE] [CARTAS_AL_DIRECTOR] [ENCUESTA] [CRUCIGRAMAS] [CHATS] [EL_TIEMPO] [LA_BOLSA] [BARCELONA] [INTERNET] [HEMEROTECA] [AYUDA]

Copyright La Vanguardia 1997
redaccion@vanguardia.es