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CULTURA

18/02/98

FRANÇOIS LAGARDE /

"MAGAZINE LITTÉRAIRE" Ernst Jünger, en una foto tomada en octubre de 1994

OPINIÓN

Se rompe el reloj de arena

La muerte de Ernst Jünger me sorprende mientras estoy dando, en Alemania, los últimos toques a la traducción de una de sus obras más bellas: "El libro del reloj de arena". Jünger contempla la caída de la arena en uno de los relojes de su magnífica colección:
"En la ampolla de arriba la arena se ahuecaba en forma de embudo y en la de abajo se abombaba en forma de cono. Aquel montículo que en la ampolla de abajo iba formándose con instantes perdidos podía tomarse por un consolador signo de que el tiempo se desvanece, ciertamente, pero no desaparece. En la profundidad va enriqueciéndose más y más".
Jünger se ha desvanecido para nosotros allende el muro del tiempo; desde luego, no ha desaparecido. En la profundidad irá enriqueciéndose más y más.
Aunque quisiera, me sería muy difícil exponer públicamente "mis recuerdos" de Jünger, como se me ha pedido. La confianza que él puso siempre en mí me impediría hacerlo. La expresó bellísimamente en la última carta que me escribió y que luego ha publicado en el último volumen de sus "Diarios": "Querido amigo, no es fácil la tarea que usted se ha impuesto, pero sé que la habrá resuelto de modo ejemplar".
Esta polémica "conciencia del siglo XX", como se le ha llamado, cruzó los horribles cataclismos de su época con una caballerosidad que le reconocen incluso sus más acérrimos adversarios. Les dio las gracias muy irónicamente el día que cumplió los cien años. "Sin enemigos --dijo-- una figura carece de perfil. También ellos forman parte del 'karma'."
Querido Ernst: ahora que su reloj de arena se ha roto en este mundo, nos queda su vida y su obra. En cuanto a la muerte, usted lo dijo bien en su libro "La tijera": "La muerte es sustancial; el morir, accidental. La persona singular muere dignamente; encuentra, como antes se decía y se rogaba en las oraciones, un final bienaventurado". ANDRÉS SÁNCHEZ PASCUAL Traductor de Ernst Jünger

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