Miércoles 18 febrero 1998 - Nº 656 |
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Muere Jünger, testigo de acero del siglo XX El pensador alemán fallece unas semanas antes de cumplir 103 años AGENCIAS,
Bonn
Tras combatir en la guerra de 1914, Jünger publicó algunos de sus ensayos más conocidos, como El trabajador y Las abejas de cristal. En vísperas de la II Guerra Mundial escribió En los acantilados de mármol, un texto considerado crítico hacia el régimen nazi que había llegado al poder en 1933. No obstante, Jünger se incorporó al Ejército alemán como oficial y formó parte de las tropas que ocuparon Francia, donde mantuvo contacto con intelectuales de dicho país.
Prohibido por los aliados
Después de la derrota del nazismo, los aliados prohibieron la publicación de las obras de Jünger hasta 1949, pese a que el pensador se había desmarcado en varias ocasiones de la barbarie del régimen de Hitler. Su posición frente al militarismo y la guerra fue evolucionando desde la comprensión o, incluso, la glorificación, hacia «un asco ante los uniformes, las órdenes y las armas que antes tanto había amado», como manifestó en el año 1942.
En todo caso, Jünger fue esencialmente un gran memorialista que nunca abandonó la escritura de sus diarios, con una penetrante observación de detalles siempre destacada por los especialistas en su obra. El escritor austríaco Botho Strauss llegó a decir que Jünger «descubría y nombraba secretos cada día». Muchos críticos han relacionado la capacidad del desaparecido pensador para captar detalles con su afición a la entomología. Ernst Jünger poseía una de las colecciones privadas de escarabajos más amplias del mundo.
En las últimas décadas el escritor alemán vivió relativamente retirado en Wiflingen, y su propia persona se convirtió en asunto de reflexión. Incluso Jünger utilizó su longevidad como tema literario. El día que cumplió 100 años el escritor apareció fotografiado en la prensa europea con un cigarro en la boca y una copa de vino en la mano. Brillante e incisiva, su obra ha inspirado debates y estudios en toda Europa.
Tanto el presidente de Alemania, Roman Herzog, como el canciller Helmut Kohl y el presidente del SPD, Oskar Lafontaine, enviaron ayer telegramas de condolencia a Liselotte, la viuda de Jünger. Kohl calificó a Jünger como «una de las más grandes personalidades literarias de este siglo». Los únicos que se han desmarcado en alguna ocasión de los elogios hacia el escritor han sido Los Verdes, que protestaron con vehemencia cuando Jünger recibió premios.
El intelectual alemán visitó por última vez España en julio de 1995 para asistir a su nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. Durante aquella visita asistió también a un curso sobre su obra, que se celebró en El Escorial, titulado La conciencia de un siglo y que fue coordinado por Andrés Sánchez Pascual, su traductor al castellano.
Durante una reunión con un grupo de periodistas, Jünger sorprendió por la agilidad de sus respuestas, lucidez y sentido del humor. Acababa de cumplir 100 años. En 1989 fue investido doctor honoris causa por la Universidad del País Vasco. La mayor parte de su obra se ha traducido al español.
EL PAÍS,
Barcelona
• «Cuando la vida de un hombre presenta una unidad, esto se debe a su carácter. Uno es arrojado a las situaciones más diversas. Pero en cuanto a lo que podríamos llamar la melodía de la vida, está allí desde el principio; y hasta que el barco se hunda, como en el Titanic, se la sigue tocando, se repite exactamente. Esto es cierto para cada existencia, pero no todas las melodías son encantadoras».
• «Yo he logrado conservar mi estilo, incluso en las guerras».
• «Para mí, un acontecimiento importantísimo fue la gran ofensiva del 21 de marzo de 1918. Fue un gran encuentro: millares de hombres perecieron en minutos. Es difícil describir tal fenómeno: por ejemplo, se suprimió el miedo. Esto ya es un signo de que grandes potencias se encuentran muy próximas. Pero debo decir que también estar en las selvas vírgenes, arriba de Río de Janeiro, sentado en un lindero, donde revolotean colibríes y se tiene la impresión de que las flores se están abriendo, es asimismo muy hermoso. O más bien, esto es lo bello, porque la guerra no lo es: no es sino terrible».
• «Me sería muy agradable consagrarme a mis coleópteros».
• «Hay que respetar la propia historia. Experimento por ese joven teniente que fui (el de Tempestades de acero) una verdadera simpatía, aunque me siento muy lejos de él».
• «Esa es la ventaja del orden estricto, del ejército prusiano, de la Compañía de Jesús o de la flota inglesa: cada uno sabe lo que tiene que hacer. Pero si usted va a un café frecuentado por literatos... ¡esa gente es mucho más pérfida que los generales!».
• «Cada generación recibe las cualidades que necesita para afrontar su tiempo».
• «El segundo poder de las profundidades es Eros; allí donde dos seres se aman, sustraen una parte de su terreno al Leviatán».
• «Mi interés por la droga me ha valido diversas dificultades. Pero tomo la droga muy en serio como para pensar que se puede hacer de ella un hábito».
• «La participación política no puede más que dañar lo que hay de esencial en un autor».
• «Desde el principio la fisonomía de Hitler me pareció sospechosa».
• «La descripción del paraíso nunca se hace con tal éxito como la del infierno».
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