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22 febrero
1998 - Nº 660

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2.000 personas despiden a Jünger en la localidad de Wilflingen

PILAR BONET, Bonn
Los restos Ernst Jünger, que murió el pasado 17 de febrero cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los 103 años, fueron enterrados ayer en la localidad de Wilflingen (suroeste de Alemania), en presencia de unas 2.000 personas. La ceremonia fue oficiada en la iglesia barroca de este pueblo de 370 habitantes, adonde el escritor se había retirado hacía 48 años. Aunque ni el presidente de Alemania, Roman Herzog, ni el canciller Helmut Kohl, estuvieron en el entierro enviaron sus representantes.


Ernest Jünger.
El escritor fue enterrado en la tumba familiar, donde yacen los restos de su primera esposa, Gretha, muerta en 1960, y sus dos hijos, Ernst y Alexandr. El féretro, cubierto de rosas color salmón y lirios blancos, fue colocado en una cureña que fue arrastrada por cuatro caballos. La viuda, Liselotte, iba acompañada de los dos nietos, Irina y Martin. Durante el servicio, en el pequeño templo Irina, de 25 años, cantó el Ave Maria de Charles Gounod. La ceremonia fue trasmitida a través de altavoces a los muchos curiosos que se agolpaban en la plaza del pueblo.

La muerte de Jünger ha servido de reflexión a los medios de comunicación alemanes sobre el papel de los intelectuales. El diario Berliner Zeitung reivindicaba ayer el derecho a la propia biografía tanto de los intelectuales como de los ciudadanos en general. Según el diario, se llega a ser ciudadano mayor de edad no sólo por haber amado el patriotismo de la Constitución, sino también mediante rodeos que conducen a la democracia.

Jünger fue filósofo, novelista, historiador, coleccionista de escarabajos y autor de un centenar de obras. Combatió en las dos guerras mundiales y su pensamiento evolucionó desde la glorificación de la guerra hasta el rechazo a la violencia. Tras la Segunda Guerra Mundial, sus libros estuvieron prohibidos por los aliados hasta 1949. Ni el presidente de Alemania, ni el canciller Helmut Kohl, estuvieron ayer en los funerales, aunque habían enviado telegramas de condolencia y mandaron coronas al entierro. Kohl, que estaba ayer en Polonia, delegó en el ministro de Estado, Anton Pfeifer, que calificó a Jünger como un «testigo de este siglo«, que había sabido mantener «inquebrantable su voluntad« incluso en «los tiempos más oscuros de Alemania«. Por su parte, el jefe de Gobierno del land (estado federado) de Baden Württemberg, Erwin Teufel, calificó a Jünger de «fenómeno excepcional«.

Entre las obras de Jünger se cuentan Bajo las tempestades de acero , El Trabajador y Sobre los acantilados de mármol.

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