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El debate político en torno a Ernst Jünger no está tanto en saber en qué grado fue cómplice del crimen contra la humanidad perpetrado por Hitler. Está probado que el belicismo de su primera obra, Tempestades de acero , calentó los ánimos de los alemanes más reaccionarios después de su humillación en la Primera Guerra Mundial. Por las declaraciones de Jünger conocemos también que repudió la rotura de los cristales en los negocios judíos porque no fue de buen gusto. Jünger se rebeló asimismo contra la autoridad hitleriana, como muchos recordarán hoy, pero sin duda la cuestión más importante a la hora de juzgar su insoslayable perfil político reside en su rechazo visceral a la democracia. Jünger fue de los alemanes que rechazó de plano la constitución de Weimar, la primera carta de convivencia democrática que hubo en su país. Junto a pensadores como Martin Heidegger, a quien le unió una gran amistad, y como Carl Schmitt, propugnó un aristocratismo que se burlaba de la opinión y la voluntad de las mayorías. Ni Jünger ni Heidegger tuvieron nunca un gesto de aprobación al decadente sistema parlamentario de la República Federal.y.,como reacción, ambos se recluyeron en pequeñas localidades de la Alemania auténtica. Ambos se sintieron mejores que el resto de la gente. Descansen en paz.
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